El profesor Lucia Megias nos propone un entrecruce entre la realidad y la ficcion a la manera magica de un Borges. Megias personaje, Megias real, se envuelve(n) en la marana de un Buenos Aires de ensueno a la recherche de ejemplares fisicos y reales de libros caballerescos que nunca llega a concretarse. Esta quete sans solution no le es al Megias de las Notas (re)creado por el mismo sino otra belle dame sans merci. Como otro Mejias (Ignacio Sanchez), es a las cinco de la tarde –presagio nefasto– cuando el nuestro baja por la calle Corrientes bonaerense en busca de su propio palacio de Felicia: la libreria Los siete pilares. Pero Megias no encuentra su filtro de amor, porque en la Avenida del Libertador Horacio P., no la maga, ejerce de guia infernal por un paisaje dantesco que no llega a mostrarle nunca la vision beatifica de la divinidad. En las alturas del piso 25 de la torre del homenaje horaciana, su personal paraiso de enamorados, Megias dialoga con cirongilios, floriseles y florindos. Mas la maravilla entrevista solo, o apenas vislumbrada, concluye en simple desilusion, como si la bruma que diera cobijo a la divinidad apenas quedara en la niebla anodina de un simple aeropuerto, Jorge Newberry. Como un heroe caballeresco derrotado, abatido, cabizbajo, pensativo y vaporoso, Megias, a lo Charles Chaplin resignado, se nos aleja una vez mas Corrientes abajo. "Habia llovido y habia refrescado la ciudad. Una noche para pasear". Si desea consultar la version electronica de este articulo, pulse aqui