Ilustra la relacion entre Silva y Cervantes a partir de un breve repaso de prestamos y en concreto del analisis del personaje humoristico Fraudador de los Ardides, de la tercera y cuarta parte de Florisel de Niquea, un rufianesco ladron de caballos al margen del orden cortesano y en algunos puntos cercano al criado gracioso teatral. A traves de este caballero rufianesco, y especialmente gracias a su improvisado “sermon” (IV parte, II, XX, ff. 39.41), Silva hace una burla de la caballeria, cuestiona y desmitifica las costumbres tipicas de los caballeros y damas de estos libros como despues hara Cervantes en el Quijote. A juzgar por este episodio, el conocimiento que el alcalaino tenia de las obras de Silva y la deuda que contrae con el es sin duda mayor de lo que parece deducirse de los comentarios y observaciones que de sus libros hace a lo largo de la novela