Rodriguez Porto discurre sobre las imagenes como instrumentos de mediacion en la construccion de temporalidades y especialidades. Para la autora, el libro iluminado es un artefacto cultural independiente, que no debe encuadrarse en la historia de la pintura. Ejemplifica algunos de sus puntos de vista con la Cronica Troyana del Alfonso XI, version castellana del Roman de Troie de Benoit de Sainte-Maure, finalizada en 1350, reinando Pedro I. La presencia del rey muerto parece asaltarnos al abrir los folios 151v-152r con unas imagenes que estan dispuestas para conmover a la audiencia. A ello se suma un detalle singular: el rostro de la diosa Fortuna ha sido borrado con un pano mojado que ademas salpico varios folios. La autora considera que esta destruccion de imagenes no es casual, teniendo en cuenta la proximidad de la guerra fratricida que desgarro Castilla; es posible que el libro haya sido mutilado. Concluye, pues, que filologos e historiadores del arte deben trabajar conjuntamente ante obras iluminadas. Los materiales son especialmente importantes a partir de finales del XIII. La consolidacion de un publico laico -aristocratico primero y luego burgues- va unida a la expansion del libro miniado. En estos, como en el ejemplo citado, la relacion texto e imagen se integra en un proceso dialectico que incita a la audiencia a poner en juego su bagaje intelectual y su cultura visual