En la literatura medieval son numerosos los caballeros que deciden renunciar al mundo para abandonarse a la soledad de una ermita: tal es el caso de Bohort, tras Lancelot, en La Mort le Roi Artu, o Perceval en la Queste del Saint Graal, la Continuation de Mannessier y en Perlesvaus, entre otros. Al caballero suele unirse la figura del ermitano, en muchas ocasiones, anonimo. Bretel analiza la importancia de esta pareja en la literatura y acude a Frappier para explicar la complicidad que se establece entre el bellator-caballero y el orator-ermitano (p. 130)