Rectifica sobre algunas afirmaciones que con relacion al publico de los Amadises hizo en su Lectura y lectores en la Espana de los siglos XVI y XVII (Madrid, 1976): respecto a 1) el numero de las ediciones (que ha podido matizarse gracias a la distincion exacta del corpus de los Amadises y en especial gracias a la distincion fundamental entre novelas de caballerias e historias caballerescas); y 2) respecto a que “el publico al que iban dirigidas esta novelas, el publico que en efecto las compro y leyo” fuera unicamente la nobleza. Las encuestas de Philippe Berger demuestran que los Amadises entraron por las puertas de mercaderes y artesanos valencianos, las de Manuel Pena Diaz que entraron en casas de artesanos barceloneses. Matiza las observaciones sobre a) los ejemplares de estas novelas que se vendieron fuera del reino; b) la importancia que se ha de conceder al precio de estos libros; c) los distintos caminos por los que un lector determinado puede convertirse en poseedor de un libro; y d) la identidad de estos lectores: cita unos 10 nombres que no deslindan ningun grupo coherente y que ilustran el error en que caemos cuando procuramos hacer coincidir lectura y grupo social apelando a una serie unica de indicios. El estudio de los inventarios nos ensena que clerigos y letrados solian poseer bibliotecas especializadas y no parecian ser, por regla general, grandes lectores de libros de entretenimiento. Pero cuando a algun representante de estas categorias le da por escribir un libro que sale de los limites de su profesion, demuestra poseer una cultura sorprendentemente variada. Ejemplos elocuentes son el canonigo Covarrubias y el letrado Arce de Otalora. Asi pues, a la hora de valorar la lectura de las ficciones, y de la novela en particular, toda cautela es poca.Si desea consultar la version electronica de este trabajo, pulse aqui