Estudia la fortuna y la lectura de “lo novelesco” en los libros de caballerias, la novela pastoril, la comedia, la novela corta, las historias caballerescas breves y la novela picaresca en los siglos XVI, XVII y XVIII. Toma en cuenta el criterio de las reimpresiones para medir la audiencia de las obras, y los resultados conseguidos a partir de los estudios notariales o inquisitoriales para ampliar el espectro social de sus lectores o poseedores, llegando asi hasta los mas humildes: comerciantes, artesanos, albaniles, cereros, labradores, trajineros y mujeres de varios estados que poseyeron su libro de caballerias, de pastores o su novela sentimental, a pesar de todas las sujeciones y de la instruccion tan desigualmente repartida. La reflexion sobre la lectura de los libros de caballerias fue la que dio el paso a las primeras interrogaciones sobre lo que habria podido ser el publico de “lo novelesco” de la epoca. Los ultimos estudios sobre la difusion de los libros de caballerias han puesto en evidencia su presencia y lectura en muy variados ambitos sociales, urbanos y rurales. Aventura la hipotesis de que los lectores de condicion mas humilde fueron mas numerosos en la segunda mitad del siglo, constituyendo un publico de relevo, mientras los aristocratas y mercaderes empezaban a desviarse de las caballerias y era facil encontrar libros viejos, desechados, en muchos sitios. Sobre la lectura en voz alta de libros de caballerias para grupos de oyentes cree que dicha practica fue muy corriente no solo entre gente de una misma casa, sino en otros muchos sitios y ante muy variadas concurrencias donde quiera que fuese placentero conversar, en ciudades, aldeas, descampados, aun entre personas que anteriormente no habian tenido trato alguno. En la poblacion rural, que tenia sus clases media (labradores, artesanos, comerciantes) tambien existio esa costumbre. La masa de los mas desfavorecidos, los campesinos sin tierra y analfabetos, forzosamente hubo de captar ecos de la aficion a las caballerias manifestada por la gente principal y tambien por la de mediana condicion. Pero lo frecuente seria que se escuchase a alguien que, habiendo leido algunos de esos libros, se convertia gustosamente en cuentista de los prodigios y maravillas que recordaba sin necesidad de traer ni llevar los infolios donde los habia leido. Esto no era lectura en voz alta, ya que solo estaban presentes y obraban la voz y la memoria. Conjetura que el contar era mas animado, interesante y desde luego comunicaba mas y mejor que la lectura en voz alta, la cual, para gente totalmente desprovista de instruccion siempre suscita mas reverencia que comprension. A lo largo de los siglos tres cargos contra las caballerias son los que hasta la saciedad habran de reiterarse cada vez que se pretenda combatir lo novelesco: falta de arte en estas producciones, atentados contra el deber de veracidad de la historia y de verosimilitud de la ficcion, y los malos ejemplos que a cada paso ofrecen. Ahora bien, el caso es que estos libros que fueron muy frecuentemente objeto de censura y anatema nunca sufrieron una prohibicion oficial y efectiva: “¿Que pensar de tantos textos hostiles a los libros de caballerias y a todas las novelas? […] los desdenes de tantos censores (que no fueran Vives) parecen mas bien propios de hombres resignados a aceptar lo que vienen imponiendo los tiempos y las costumbres. Dispensaria pues un ostentado desprecio, que al fin y al cabo era una forma de aceptacion, de pasar a condenas mayores” (pp. 488- 489). Las historias caballerescas nos muestran que muchas situaciones escabrosas seguian corriendo sin que ningun censor pretendiera prohibirlas ni las juzgara ofensivas a las buenas costumbres. A pesar de las cosas espantosas que refieren todos estos relatos, no fueron objeto de furibundas condenas en el siglo XVII, cuando eran ya impresos de surtido. Si desea consultar la version electronica de este trabajo, pulse aqui