La autora presenta una serie de problemas relacionados con la traduccion castellana del Orlando Furioso de Ariosto realizada por Jeronimo de Urrea. Para ello Recio se centra en las ediciones recientes de 1988 (Alcantara y Gimferrer) y 2002 (Segre y Muniz) y discute los criterios seguidos. Critica las adiciones introducidas en ellas y echa en falta un estudio sobre los criterios que llevaron a Urrea a traducir asi y sobre la tradicion a la que pertenece el traductor. Lo que la critica ha considerado irregularidades (combinacion de capitulos o supresion, eliminacion o cambio de cantos, personajes, etc.) era una forma de hacer asequible su traduccion dentro del contexto de la epoca